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¿Cómo retratar la belleza femenina?

Ilustración a lápiz por Guzo Borboa

En mi carrera me han tocado trabajos extraños y diversos pero pocos más extraños que el que hice para BAYER México en 2015. La misión: Visitar distintas universidades de la Ciudad de México en conjunto con el equipo de marketing de la agencia y hacer caricaturas de las chicas que así lo desearan.

Se trataba de un medicamento para chicas y los retratos eran parte de una campaña promocional para generar recordación en el público, básicamente, un retrato a lápiz con toques humorísticos dibujado sobre papel membretado con la imagen del producto a promocionar.

Cuando acepté el trabajo no imaginé lo trascendente que sería en mi vida como artista.

Retratar a una mujer con  fines promocionales no es nada sencillo, la marca espera que la chica se lleve un recuerdo agradable con valor artístico lo cual significa que la “modelo” deberá verse “bonita” (con lo complejo y amplio que puede ser ese concepto).

Tomando en cuenta que solo contaba con escasos minutos para hacer el retrato, pronto se volvió un pequeño infierno el hecho de retratar (con calidad profesional) a decenas  de estudiantes de todo tipo de rasgos, estilos, complexiones y además sacarles una sonrisa al verse representadas en papel, es decir esperaban verse lindas, atractivas, “bellas”.

Pero ¿qué hace a una mujer sentirse bella? ¿Qué rasgos se requieren para entrar en el ideal de belleza contemporánea? Al principio parecía fácil solo ponerles ojos grandes , labios carnosos y pestañas enormes. Pero corría el riesgo de obtener un amargo -¡Ay, ni siquiera me parezco!- por respuesta.

En una ocasión, tocó el turno de una muy guapa chica de rasgos marcadamente sudamericanos, su piel morena contrastaba con unos enormes ojos castaños. Me esforcé por retratar esos acentos étnicos que son  tan armónicos y expresivos, al terminar consideré el retrato un éxito, había captado a la perfección los rasgos de la chica. Cuando le di la hoja con su imagen, la miró con decepción y alcancé a escuchar que comentaba a sus compañeras mientras se alejaba: -Me dibujó bien fea…

¿Qué hice mal, por qué  no le gustó mi “obra maestra”? Consideré simetría, proporción, armonía. ¿Por qué no pude hacer que la modelo se fuera satisfecha?

Tuvieron que pasar cientos de estudiantes más frente a mi tabla de dibujo para que pudiera entender lo que salió mal aquella mañana.

La casualidad me puso otro reto, llegó frente a mí una alegre estudiante,  no cumplía con casi ninguno de los estándares que parecían tratar de alcanzar  todas las demás, estaba despeinada, vestida con un grueso sweater de lana pasado de moda, sin maquillaje y algo pasada de peso, pero en particular hubo algo que me hizo entrar en conflicto, venía en silla de ruedas.

Quizá el asunto no hubiera sido tan complicado si la agencia no me diera hojas para dibujar con un cuerpo predefinido previamente impreso al cual solo tenía que ponerle la cara.
En ese momento no supe si dibujarla en su silla sobre el cuerpo que propone la agencia o ponerla de pié dejando de lado su discapacidad. Lo único que quería era hacer lo correcto y no ofenderla o hacerla sentir mal.

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